Comienza la primavera y, como todos los años, es una buena ocasión para recordar
que existen personas sensibles a la presencia de determinadas sustancias en el
ambiente. Nos referimos a las personas que tienen alergias respiratorias, aquellas
que, en cualquier época del año, pero especialmente en primavera, sufren las
consecuencias de enfermedades como la conjuntivitis, la rinitis y/o el asma.
En los
tres casos citados, se trata de enfermedades caracterizadas por la inflamación,
respectivamente, de la conjuntiva del ojo, de la mucosa de la nariz y de la mucosa de
la vía respiratoria inferior (bronquios). Los síntomas o molestias que se producen
como consecuencia de dicha inflamación son estornudos muy frecuentes, picor de
nariz, taponamiento nasal y goteo por la nariz, en el caso de la rinitis,
enrojecimiento, picor de ojos y lagrimeo,en el caso de la conjuntivitis y sensación de
falta de aire (disnea) con respiración entrecortada, sensación de presión en el pecho
y ruidos sibilantes al respirar, en el caso del asma.
La inflamación que caracteriza las enfermedades alérgicas mencionadas, se produce
inicialmente como consecuencia de mecanismos alérgicos debidos a la sensibilidad a
sustancias como los pólenes, los ácaros del polvo, el pelo de animales o los hongos,
por citar las más frecuentes.
Las personas sensibles en las que se ha
iniciado esta inflamación tras el contacto con alguna o varias de las sustancias
mencionadas, reaccionan a su vez con otras sustancias que, sin ser productoras de
alergia, pueden resultar irritantes respiratorios en ellas; entre estos irritantes se
encuentran el humo del tabaco, vapores de sustancias como la lejía y otros
productos de limpieza así como de perfumes, pinturas y disolventes, la
contaminación atmosférica elevada o los cambios bruscos de temperatura.
Es importante, especialmente en estas fechas, conocer qué debe hacer
una persona alérgica para evitar las consecuencias de su sensibilidad.
1. Emplear el tratamiento que le ha recomendado su médico
2. Evitar la exposición a las sustancias a las que sabe que es sensible y que le resultan irritantes.
Evitar la exposición a irritantes (humos, polvos, olores fuertes, aire frío y seco,
esprays, gases y vapores) así como a los cambios bruscos de temperatura.
Evitar salidas al campo o a zonas con abundante vegetación durante la primavera.
En caso de encontrarse en estos lugares, hay que intentar permanecer el mayor tiempo posible en
locales cerrados, sobre todo los días de viento.
Dormir con las ventanas cerradas. En
caso de viajar en coche, hacerlo con las ventanillas subidas. Evitar viajar en
motocicleta en las épocas de polinización.
Realizar la limpieza de la casa con aspirador, retirar el polvo con una bayeta
húmeda y, procurar que estas actividades no se realicen en presencia del paciente
alérgico a los ácaros del polvo.
Ventilar bien la casa, intentando que la humedad relativa del ambiente doméstico
no sea elevada (uso de habitaciones soleadas, calefacción, evitar la costa).
Evitar
objetos que puedan almacenar polvo (estanterías repletas de libros, alfombras,
tapices, etc.)
La ropa de cama se debe lavar semanalmente a una temperatura en
torno a los 55°C.
Mantener las ventanas cerradas durante las estaciones de elevada producción de hongos
(Alternaria y Cladosporium emiten sus esporas los días secos y cálidos del verano, Fusarium
lo hacen durante días o noches húmedas del otoño).
Evitar la humedad en las habitaciones y, en lo posible, en los cuartos de baño.
Evitar actividades que aumenten la exposición a pólenes y a hongos, como segar césped.
Retirar del ambiente doméstico los animales a los que se sea sensible y evitar el contacto
con animales de la misma especie en cualquier otro lugar.
Recomendaciones para las personas alérgicas. SEMFyC.pdf
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